CUENTOS PARA ESCUCHAR DESDE EL UTERO


El proyecto surgió en el año 2008, en el jardín maternal: “Jardín del Bosque de Palermo” (Palermo. Cap.Fed. Bs.As. Argentina), como una necesidad de brindarles a los niños que concurrían a la sala de lactarios, de dicha Institución, una herramienta más de juego y estimulación.
La comprensión del sujeto en su contexto de comunidad de vida nos orienta en la búsqueda de nuevos instrumentos para organizar las aulas y desarrollar los proyectos socio- pedagógicos que promueven la integración en la comunidad de vida. Así creamos la: “BEBETECA”
El niño desde que nace, a través de un complejo de apropiación, irá construyendo el aprendizaje de la lengua, en función de sus propias estructuras internas y desde las posibilidades de interacción lingüísticas que le brinde el medio que lo rodea
La cara de la madre jugará un rol fundamental en la movilización de su actividad psíquica, como lo expresa el psicoanalista Evelio Cabrejo Parra: “La cara no es simplemente algo con una boca, una nariz y dos ojos, sino un “libro” que permanentemente envía informaciones que el bebé maneja a cada instante”.
El bebé es capaz de manejar las informaciones ligadas a la voz para hacer emerger el sentido.
El objetivo del proyecto es: Acercar desde los primeros meses de vida al bebé con el LIBRO como portador y mediador de la LECTURA
El recurso a utilizar es la NARRACION ORAL por la importancia de la palabra, ya que el bebé tiene tanto necesidad del lenguaje como de alimentarse, dormir, etc.
El proyecto tiene un fin lúdico-creativo, porque como lo expresa Piaget, centrando el desarrollo de la inteligencia en el juego, rescatándolo como constructor de lo real.
Le diò lugar preponderante al JUEGO SIMBÒLICO y a la FANTASIA para el desarrollo del pensamiento y la adaptación inteligente y creadora de la realidad.
Consideraba que en el juego el niño podía nutrirse de lo real, compensar carencias, resolver conflictos y angustias, anticipar situaciones y eliminar temores.
Por lo tanto siguiendo el concepto de Piaget, en relación al juego como disparador de la fantasía, podemos ubicar a los cuentos también, como disparadores de dicha fantasía, ya que a partir de un relato el niño se nutre de lo real e imaginario, pudiendo revertir cada uno, para compensar carencias, resolver conflictos y temores.
Definir al LIBRO como un JUGUETE, es válido, porque es darle una función, sacándolo de la Biblioteca, colocándolo como un objeto de vida.
Siendo éste un transmisor de palabras, sonidos, texturas, formas e ilustraciones.
La intención no es narrar o leer textos a los niños para que se conviertan en buenos lectores, sino porque considero que esas narraciones les permiten ubicar algo fundamental para ellos: descubrir que los textos son cosas que tienen un sentido, y que cada sujeto debe trabajar un poco para llegar a construir el sentido en su espíritu. El bebé comprende muy rápido lo que dicen los adultos. El movimiento de la boca y el sonido que ésta produce tienen un sentido que él interpreta. Uno admite esta función interpretativa cuando comienza a narrar, y si los niños son tan sensibles a nuestra voz y rostro es porque ellos leen permanentemente.
Al comenzar con el proyecto, supervisoras de la educación, nos cuestionaban “¿para qué narrar, si son muy pequeños y no comprenden?”
Lugar que lamentablemente en el ámbito escolar se cae, la necesidad del docente por buscar un sentido especifico de objetivo de cada actividad, corriendo el riesgo de “segmentar” a nuestros alumnos en diferentes áreas.
Cuando me encuentro con el grupo de bebés y comparto un momento lúdico-creativo, a través de las narraciones, no me preocupo por saber qué comprenden, pero sí sabemos que han comprendido alguna cosa y que una especie de movimiento psíquico tuvo lugar. Cada niño construye cosas diferentes que no son las mismas de los adultos.
Hay que respetar el pequeño sentido que él elabora para permitirle construirse como sujeto, para que esta elaboración pueda ser fuente de pensamiento y actividad lingüística. Si no respetamos esta pequeña actividad psíquica, si no la alimentamos, simplemente estamos invitando al niño a situarse en el mundo de las órdenes que le damos. En ese caso, él está sometido permanentemente a los deseos del otro y no puede emerger como sujeto.
¿Qué narrar? , ¿Cómo narrar a los más pequeños?, ¿Desde qué edad se podía narrar?...
¿Por que cuestionarnos desde que edad es conveniente empezar a narrar?:
Desde antes que un niño nazca ya hay una historia. Que con la incorporación del bebé, la misma se modificará y enriquecerá en función del paso del tiempo.
El que será el “narrador”, pudiendo agregar o quitar elementos descriptivos de esta historia en base al propio deseo.
A través de estas historias el niño se verá influenciado por ellas y a la vez introducirá sus propias interpretaciones y en consecuencia su lugar en esta historia se verá modificado, o no.
Esta es la primera” historia” que el sujeto escuchará, que en el transcurso de su vida irá decodificando. Lo mismo sucede con la literatura en general.

Les propongo a todos los docentes caer en la tentación, abrir un espacio informal para responder a un deseo personal, ceder a la intuición que se entromete en el camino de lo racional ¿Cómo? Desestructurandonos, sin preocuparnos en enseñar una técnica grafico-plástica especifica, o enseñando medios de transporte, por ejemplo.
¿Qué pasaría si una docente espera a sus alumnos con la sala ambientada con telas colgando del techo, música, efectos de luces, sin los muebles típicos escolares? En donde los niños puedan experimentar una búsqueda de problemáticas y sus soluciones desde el juego creativo.
Y en ese “mundo lúdico” la escucha de una narración pueda ser el disparador de dicha búsqueda, sin cuestionarnos que narrar y para qué edad
Desde mi experiencia he narrado el cuento “Caperucita roja” del libro “Caperucita roja y otras historias perversas” de Triunfo Arciniega, a niños de 3 meses a 4 años de edad.
Al finalizar la narración los niños más grandes preguntaban: ¿Quién es Caperucita? , desde un lugar de desconocimiento y no familiar de este personaje tan popular.
Los cuentos clásicos que formaron parte de la infancia de todos nosotros, ya no están presentes en la vida de estos niños.
Luego en otro encuentro con la presencia de los padres se narró el mismo cuento, y ahí pudimos comprobar los prejuicios que aún existen en la actualidad alrededor de los cuentos tradicionales, ya que hoy en día se tiende a suavizar las historias de qué contar a los más pequeños. El miedo que surge del adulto por el cual no quieren contar estas historias, no es un sentimiento que esté justificado. El resultado lo vemos en la reacción de los niños al escuchar este tipo de historias y en el hecho que son relatos que sobreviven a través del tiempo, como tradición oral. Por supuesto que provocan todo tipo de sentimientos en el niño: miedo, tristeza, emoción y ese es el objetivo, ya que son cuentos en donde hay un conflicto a resolver, en donde están presentes todos los conflictos que el niño experimenta durante todo su desarrollo, pero en los cuentos están expresados en forma simbólica.
El bebé escucha, siente y si bien no puede entender desde un pensamiento simbólico, da significado a las actitudes del adulto.
El tono de voz ocupa un lugar de privilegio porque da cuenta de los aspectos emocionales y afectivos que interviene en la comunicación.
A medida que pase el tiempo el niño podrá ir comprendiendo con mayor complejidad los elementos de un relato. Muchas veces en el contexto escolar el docente se preocupa por seleccionar el cuento “acorde a la edad de los niños” y luego de explicar partes del texto que el docente considera que sus alumnos no comprendieron.
Como lo menciona Emilia Ferreiro: “NO ES NECESARIO QUE CADA PALABRA SEA COMPRENDIDA, MUCHAS VECES EL PROPIO CONTEXTO DEL LIBRO PROVEE EL SIGNIFICADO. EL SIGNIFICADO VA A SER ELABORADO ALLÍ Y TAMBIÉN PARA ESO SIRVE LA LECTURA.”
Sugiero a los docentes en sus aulas armar espacios lúdicos creativos, utilizando como recurso la narración oral ya que ésta puesta en escena es simbólica, y lleva al niño a otro espacio psíquico, a otro tiempo…

Geraldina Rayo